Ecología profunda

Adrián Villaseñor Galarza, PhD
6 min readJun 28, 2019
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El filósofo Noruego Arne Naess es reconocido como el originador del movimiento de la ecología profunda. En un ensayo llamado Lo superficial y lo profundo, movimiento ecológico de largo alcance,1 Naess cuestionó el valor y efectividad de los movimientos ambientales modernos, considerando que sus estrategias de acción y resolución de problemas operaban desde una óptica superficial. La “ecología superficial” produce soluciones de corto plazo a retos complejos, interconectados y con incidencia en múltiples esferas del quehacer humano. Es común que tales “soluciones” compliquen y politicen las problemáticas iniciales y, más que contribuir con respuestas viables, agraven el mal que pugnan por sanar.

Por ello, Naess formuló una ecología que busca encontrar soluciones tomando en cuenta las arraigadas pautas culturales y existenciales que dieron origen a una problemática dada. De esta manera, con una mirada honda, inclusiva y de largo alcance, la ecología profunda emergió a mediados de los 70’s.

El naciente movimiento unió a un sinnúmero de personas y profesionistas de diferentes ámbitos en un fin común y desde una perspectiva de raíz: frenar el gran daño que la especie humana causa al planeta.

La crítica principal de Naess hacia lo que consideró como una ecología superficial y de corto plazo descansa en su enfoque antropocentrista, es decir, la tendencia de los seres humanos a considerarse las entidades más importantes y dotadas de un valor moral por encima de todo. Desde esta óptica, el universo mismo es visto, medido y organizado exclusivamente en base a las necesidades humanas. Un ejemplo concreto facilita una mejor comprensión de la perspectiva antropocéntrica reinante en las sociedades industriales.

En el río existo

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Supongamos que una empresa maquiladora vierte ilegalmente sus desechos de producción al río local, el cual es la fuente principal, corriente abajo, de un proyecto de agricultura orgánica a mediana escala. En el mejor de los casos, la ecología superficial abordaría el problema con el objetivo de mejorar la salud de los consumidores de los productos orgánicos de la compañía agricultora y continuar los flujos económicos de ambas empresas en pos del bienestar y progreso de la región. Sería un gran triunfo lograr que la maquiladora procesara sus desechos antes de introducirlos a los ecosistemas locales. Sin embargo, la meta de la ecología profunda sería diferente.

Un enfoque profundo pondría en tela de juicio los supuestos beneficios que la empresa maquiladora acarrea a nivel social y ecológico. De igual forma, se abogaría por una re-distribución local de los bienes provenientes de la fábrica, en última instancia evaluando la viabilidad del proyecto en el contexto de la salud e integridad de los habitantes de la bio-región, humanos y no-humanos. Tanto la maquiladora y la iniciativa de producción orgánica serían estudiados en base a la capacidad de carga de la bio-región y del ecosistema ribereño.

La principal postura de una perspectiva superficial sería que la maquiladora contribuye al desarrollo de la región a través de la creación de empleos y un influjo económico constante. De esta manera, la empresa se considera indispensable para la subsistencia de la comunidades aledañas. Por otro lado, desde la perspectiva profunda el costo del influjo económico es demasiado alto, ya que debilita las fuentes naturales de verdadera riqueza, además de imponer un sistema de creencias basado en valores divorciados de la realidad ecológica.

La ecología profunda quizá propondría relocalizar la maquiladora, planteando diferentes alternativas de vivienda y subsistencia como el aprovechamiento consciente de los recursos locales, la creación de cooperativas y economías locales o quizá actividades que atraigan intercambio con otras regiones por medio de la conservación de los ecosistemas de la región. Esencialmente, el enfoque profundo pugnaría tanto por la salud de los trabajadores de la maquiladora y los consumidores de los productos orgánicos como por los habitantes cercanos al río, la flora, fauna y microbiota que depende o habita en el río y, finalmente, por toda vida en el planeta.

La siguiente cita del ambientalista Australiano John Seed nos ayuda a elucidar la premisa principal en la que descansa la propuesta de Naess:

“Estoy protegiendo la selva lluviosa” se transforma en “soy parte de la selva lluviosa y me protejo a mí mismo. Soy parte de la selva lluviosa que recientemente alcanzó la autoconsciencia.’” ¡Qué alivio, entonces! Se acabaron los miles de años de una imaginada separación y comenzamos a recordar nuestra verdadera naturaleza.2

La selva lluviosa, el río, los arrecifes de coral, el bosque mesófilo de montaña, los tlacuaches, iguanas, chimpancés, el fitoplancton, las montañas, los hongos, los chapulines, las tortillas, los pueblos originarios, las nubes y el sol — todos son parte de la verdadera naturaleza al centro de nuestra humanidad. La idea es que al despertar a una ampliada identidad humana como el cuerpo de la Tierra, los varios esfuerzos de conservación y concientización surgen de manera natural.

¿Homo economicus o Homo sapiens?

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La separación radical del humano y su entorno que deviene de la visión superficial y antropocentrista nos convierte en Homo economicus, meramente preocupados en maximizar las ganancias monetarias a cualquier costo. La ecología profunda pretende revertir esta tendencia reduccionista y simplista para hacer honor al título de nuestra especie: “humanos sabios” (Homo sapiens). Esta sabiduría no depende de una posición privilegiada en la red de la vida, sino del reconocimiento de formar parte activa de los ciclos biogeoquímicos que energizan el funcionamiento del planeta.

Así, la ecología profunda se basa en una visión ecocéntrica en la que la totalidad interdependiente de la vida (y no el humano) pasa a tomar el rol central. La ballena, el mono, la lombriz y el cactus comparten el mismo derecho básico de vivir, independientemente del valor que pudieran tener en las cadenas productivas. La gradual disolución de la barrera entre lo humano y lo no-humano propicia un sentido de empatía y conexión con todos los seres, permitiendo el reconocimiento de su subjetividad y valor intrínseco.

La óptica profunda en el estudio de casa, del planeta, permite un cambio radical y contundente en el abordaje de los problemas ambientales mediante tres maneras principales:

1) Libera al humano de su alienación y abultada importancia.

2) Concede un valor intrínseco al resto de las especies, prestando atención a nuestra inevitable conexión con ellas.

3) Fomenta una actitud de reverencia y gratitud en nuestro caminar por la Tierra.

Para muchos, este cambio de perspectiva en el que el ambiente y sus criaturas es concebido como una ampliación de nuestro ser es entendible por medio de un marco espiritual. El propio trabajo de Naess y otros investigadores se inspira en la sabiduría espiritual de tradiciones alrededor del mundo (Cristianismo, Budismo, Hinduismo, Taoísmo, tradiciones indígenas, etc.) y el anhelo humano de desarrollar sus facultades internas. Sin embargo, no es necesario formar parte de alguna religión o grupo espiritual, sino todo lo contrario. El magnetismo de la ecología profunda radica en que no es sólo una propuesta filosófica pluralista, sino que también reconoce de manera práctica la presencia y valor de la vida misma y el derecho al desarrollo último de todos los seres.

Lejos de ser una propuesta perfecta, la ecología profunda nos invita a recobrar un sentido de confraternidad con la red de la vida. Ensanchar nuestro sentido de identidad y sentirnos parte de la naturaleza que nos rodea despierta en nuestro interior la habilidad de cuestionar hábitos que normalmente pasan desapercibidos. Al cuestionar estos patrones de conducta, somos capaces de develar el sistema de valores que los informa y plantearnos, de manera sincera, si aquella compra, modo de transporte, prenda de vestir, habito alimenticio o destino vacacional contribuye al florecimiento del planeta.

La oportunidad de fomentar una vida mejor para todos yace en nuestra capacidad de ir más allá de los dictados de una sociedad que busca maximizar sus ganancias y vendernos una forma de vida en guerra con la Tierra. La invitación básica de la ecología profunda de ensanchar nuestro círculo de identidad nos ayuda a reorientar nuestros esfuerzos hacia un futuro que da cabida a todos los seres.

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  1. Arne Naess, “The Shallow and the Deep, Long-range ecology movement. A summary.” Inquiry 16, 1(1973): 95–100.
  2. John Seed, “Beyond Anthropocentrism,” John Seed, Joanna Macy, Pat Fleming & Arne Naess (Eds), Thinking Like a Mountain: Towards a Council of All Beings, 1988, 36.

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Adaptado de: Adrián Villaseñor Galarza, El Gran Giro: Despertando al florecer de la Tierra, 2015.

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Adrián Villaseñor Galarza, PhD

I’m passionate about human transformation in service of the Earth so as to explore the regenerative expression of our deep potentials.